La prestigiosa publicación periódica “Revista de Museología”, editada por la Asociación Española de Museólogos, ha dedicado sus números 65 y 66 a las colecciones de arte asiático en España, con lo que se remedia una importante debilidad de la bibliografía en español. La excelente presentación formal de esta publicación contribuye a realzar sus contenidos, ya de por sí muy interesantes y enriquecedores.
La entrega 66 contiene tres trabajos que tienen mucho que ver con el Museo de Zaragoza, lo que es un síntoma del buen momento por el que pasan los estudios sobre arte oriental en nuestro entorno.
Por un lado, tenemos el riguroso y extenso artículo de Carmen Gallego, restauradora del Museo de Zaragoza, sobre la conservación de las lacas urushi, a partir de su experiencia acumulada por su trabajo con los bienes que custodia nuestra institución y que forman parte de la “Colección Torralba”.
La contribución de Gallego aporta conocimiento a un aspecto de gran dificultad, poco tratado en nuestro país, por lo tanto este artículo ya constituye una referencia obligada para quienes tengan que enfrentarse a la conservación de estos delicados objetos. Se analizan temas como las causas de deterioro, los principios básicos de la conservación y restauración de lacas japonesa o las diferencias de concepto entre los profesionales japonenses y occidentales a la hora de acometer intervenciones sobre estos materiales. Termina con una visión sintética de la rica colección de Arte Oriental del Museo de Zaragoza desde el punto de visita de la conservación.
En segundo lugar hemos de glosar el artículo de Elena Barlés y David Almazán, de la Universidad de Zaragoza, sobre exposiciones temporales y proyectos I+D relacionados con el arte oriental en España, entre las que se encuentra comentada la muestra “Hirosigue y su época”, celebrada el año pasado en el Museo de Zaragoza y que fue comisariada por los estos mismos autores.
Finalmente, pero no por ello menos importante, hay que reseñar el artículo de Delia Sagaste, pues hasta hace unos meses formaba parte de la plantilla del Museo de Zaragoza, en el que relaciona las formas expositivas de fondos de arte oriental en los museos decimonónicos españoles. La autora traza, con gran acierto, el crucial paso de los “gabinetes de curiosidades” al embrión del moderno concepto de museo, un proceso en el que las colecciones orientalistas tuvieron un papel destacado, hasta ahora poco valorado.
MdZ
