El Museo de Zaragoza custodia gran parte del legado científico de Antonio Beltrán Martínez, pues aquí fueron depositados los fondos bibliográficos y audiovisuales que conformaban su biblioteca personal repleta de libros, revistas, cuadernos de viaje, diarios, discos, cintas magnetofónicas y cualquier documento que despertase su curiosidad.
Entre esa profusión de materiales reposaban silenciosamente unas cintas magnetofónicas grabadas en antiguos soportes de carrete y cuyo contenido permanecía inaccesible por carecer de medios reproductores adecuados. Las notaciones a mano que el propio profesor Beltrán había hecho en las cajas de las bobinas indicaban el interés de ese trabajo. Su labor investigadora en temas etnográficos fue tan amplia que no extrañaba que esos registros pudieran tener interpretaciones en directo del gran gaitero aragonés Vicente Capitán Inglán. Pero una cosa era suponerlo y otra poder escuchar y saborear esa música.
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El azar deparó una gran oportunidad que fue el concierto didáctico “La gaita olvidada”, por iniciativa de Javier Martínez dentro del proyecto de colaboración entre museos Joven Música Antigua, que se celebró en el Museo de Zaragoza el pasado día 13 de septiembre. Las gaitas vibraron en el salón de actos gracias a la maravillosa interpretación de Martín Gros, Concha Breto, José Manuel Sierra, Rafael García y Mario Gros. Y descubrimos que era posible, gracias este último, investigador de la música tradicional aragonesa, llegar a escuchar de nuevo a Vicente Capitán, el gaitero de Sariñena, fallecido en 1967.
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Un último elemento ha jugado un papel primordial en esta feliz historia de trabajo en red con el objetivo de recuperar un legado tan significativo dentro del patrimonio cultural inmaterial de Aragón. Se trata de la persona de Daniel Ríos Aranda, director del Laboratorio Audiovisual del Ayuntamiento de Zaragoza, que ha puesto al servicio de esta empresa los medios técnicos, su experiencia y su buen hacer para poder trasladar los registros sonoros a soporte digital, a pesar de la extrema fragilidad y el precario estado en que se encontraba alguno de ellos.
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Las imágenes permiten asomarnos a este minucioso y delicado trabajo, así como este ilustrativo comentario de Mario Gros: “Nada más colocar la primera cinta, se partió: realmente, se trataba de un antiguo montaje al que, por los casi 50 años transcurridos, se había soltado la cinta adhesiva que lo sujetaba. Así que esa cinta, la de número de inventario 1157 y probablemente la más antigua, tuvimos que pasarla “a mano” restaurando los empalmes antiguos (alrededor de una docena). Pero funcionó y pudimos digitalizarla”.
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Hemos cubierto una primera etapa, ahora nos resta esperar pacientemente al estudio que el musicólogo llevará a cabo sobre las grabaciones para poder calibrar la importancia de las mismas. Gracias a todas estas colaboraciones entusiastas podemos comprobar una vez más el caudal poderoso que se activa cuando confluyen distintos saberes y quehaceres.
C.M.L.