El Museo de Zaragoza alberga obras que, además de su interés propiamente estético o histórico, encierran insospechadas vicisitudes que a menudo quedan ocultas para el público. Hoy traemos a esta web las peripecias de un cuadrito, obra del pintor asturiano Dionisio Fierros, que representa al supuesto cráneo de Francisco de Goya.
Con motivo del aniversario de la muerte de Goya que se conmemoró el pasado día 16 de este mes, se ha vuelto a exponer en el museo el citado cuadro y aprovechando esta circunstancia se ha revisado la curiosa historia que le rodea.
El descubrimiento de la tumba de Goya en Burdeos.
En el año 1828, un 16 de abril, falleció en Burdeos Francisco de Goya y Lucientes, que fue enterrado en la tumba de su consuegro Martín Miguel de Goicoechea, fallecido unos años antes (en 1825). El protagonista inicial de esta historia fue el cónsul español en Burdeos Joaquín Pereyra, que hizo notar, en 1880, la existencia de la sepultura doble de Goicoechea y Goya, en uno de sus paseos por el cementerio francés, alertando a las autoridades españolas sobre el asunto. Tras múltiples gestiones, el cónsul Pereyra consiguió, ocho años más tarde, que se extrajese el cadáver para su vuelta a España.
En el año 1888 tuvo efecto la exhumación, ante la presencia de las autoridades legales competentes. De dicho momento nos transmite una ajustada crónica el cónsul hispano que relató el acontecimiento a su amigo Ángel Nieto:
“ …habiéndose llevado a cabo la exhumación y reconocimiento de los restos mortales del insigne pintor Don Francisco de Goya con las debidas formalidades ante el Comisario de Policía de las Delegaciones Judiciales, del Inspector de Cementerios, del director de Pompas Fúnebres, del Canciller de Consulado de España, dos testigos y de mí, observamos que abierta la tumba nos encontramos en presencia de dos cajas, una de las cuales estaba forrada de zinc, y la otra de madera sencilla sin ninguna placa ni inscripción exterior, ambas eran de la misma longitud. Se abrieron ambas. En la forrada de zinc encontramos los huesos completos de una persona, y en la otra estaban todos los huesos de un cuerpo humano, excepción hecha de la cabeza que faltaba por completo, lo que no dejó de sorprendernos a todos los allí presentes. Y precisamente todo induce a creer que los huesos encerrados en esta última caja son los de Goya, por ser los huesos de las tibias mucho mayores que los contenidos en la caja de zinc, y además haberse encontrado restos de un tejido de seda de color marrón, que debe ser los del gorro con que se presume fue enterrado Goya, así como por estando más próxima de la entrada del “caveau” debió ser la última que en él se colocó”.
Es decir, se encontraron dos ataúdes, correspondiendo el alojado en primer lugar, al fondo de la cámara, a Goicoechea, forrado de cinc, y el segundo, más cerca de la entrada por haberse depositado después, en madera, que alojaba a Goya, falto de cabeza.
Después de estos sucesos, en lo que es otra historia, los restos, descabezados, se trasladarían a España, unos años más tarde, todavía, en 1899, primero a la catedral de san Isidro, y después, en 1919, a san Antonio de la Florida.
Desde dicho momento se plantearon las incógnitas, todavía sin resolver, relativas al paradero de la cabeza del artista de Fuendetodos: ¿Cuándo y cómo se produjo dicho acontecimiento?
Entra en escena el óleo de Dionisio Fierros: “Cráneo de Goya”.
El Museo de Zaragoza conserva un lienzo de Dionisio Fierros, que se ha relacionado con el cráneo de Goya. Su ficha técnica es la siguiente
Autor: Dionisio Fierros 1849 (óleo/lienzo; 44 x 37 cm; sin marco: 33 x 26 cm). NIG. 15162.
Forma de ingreso: donativo de Hilarión Gimeno al Museo de Zaragoza, el 17 de abril de 1928
Descripción: Vanitas. Cráneo humano visto de tres cuartos. Carece de mandíbula. Se apoya en un tapete de color verde. Muestra muchos fallos dentarios. El colorido utilizado es a base de amarillos y tostados. Uso de la parte pictórica para acentuar el relieve.
Inscripciones:
· 1. Anverso lienzo: Ángulo inferior izdo.: “Fierros/1849” (Color negro).
· 2. En el dorso del cuadro, sobre el bastidor, travesaño superior: en etiqueta de papel: “Marqués de San Adrián”, debajo, rubrica (tinta sepia). Letra fina, inclinada hacia la derecha y estilizada en sus rasgos.
· 3. En el dorso del cuadro, sobre el bastidor, travesaño inferior: en tinta negra, de trazo grueso, desvaída, pintado directamente sobre la madera: “nº 4” (sin duda aludiendo a un número de serie dentro de la colección del Marqués de San Adrián).
· 4. Trazada posteriormente, sobre el letrero pintado anterior, sobre la madera del bastidor, ahora en tinta sepia, redondeada y distinta de la correspondiente a la autógrafa del marqués: “Cráneo de Goya pintado por Fierros”.
Historia del cuadro
Vanitas pintada por Fierros en 1849 para el Marqués de San Adrián. Después la obra reaparece en 1918, es comprada por Hilarión Gimeno a un anticuario de Zaragoza, acompañada de la noticia de su pertenencia pasada a una familia de Navarra. Hilarión Gimeno hizo entrega de la obra al Museo de Zaragoza, el mismo día de su discurso conmemorativo del aniversario de la muerte de Goya (Discurso leído por D. Hilarión Gimeno y Fernández-Vizarra en la solemne sesión que la Academia de Bellas Artes de San Luis celebró para conmemorar el Centenario de la muerte del excelso D. Francisco de Goya y Lucientes el día 17 de abril de 1928, Boletín del Museo Provincial de Bellas Artes, Número dedicado a la Exposición de Goya y a su organizador D. Hilarión Gimeno y Fernández de Vizarra, Año XV, Zaragoza, diciembre de 1931, n. 14, pp. 37 y ss.).
La noticia de este cuadro y su inscripción se recoge en el mismo año del discurso, 1928, por Gómez Gimeno: “En el dorso del cuadro bajo la firma auténtica del Marqués de San Adrián hay escrito: Cráneo de Goya pintado por Fierros” (Gómez Gimeno, A., “D. Francisco de Goya y Lucientes. Breves noticias acerca de su estancia en Burdeos”, Centenaire de Goya. Exposition Gironde-Aragón, Burdeos, 1928, pp.15-16). La divulgación de esta noticia que asociaba, inconscientemente, la firma del Marqués de San Adrián con el rótulo referido al cráneo de Goya, dio un matiz importante a su difusión.
El cráneo de Goya en poder del pintor Dionisio Fierros
A partir de dicha fecha nace en la historiografía idea de la existencia de un cráneo (¿de Goya?) en poder del artista Dionisio Fierros. Se desata la imaginación y se enlaza la ausencia del cráneo de Goya en la exhumación de Burdeos con la nueva posesión de Fierros. Se reúnen noticias de la familia del pintor (la viuda, un sobrino, un nieto) relativas a la existencia en el estudio de Fierros de un cráneo que tuvo una azarosa vida en manos de un hijo del propio Fierros, estudiante de medicina, que lo trasladó a Salamanca, urdiéndose en torno a la calavera determinadas noticias más o menos disparatadas, según las cuales fue sometido a diversos experimentos que terminaron descomponiendo en partes el cráneo original, vicisitudes recogidas y noveladas por diversos escritores, entre ellos Vicente Muñoz Puelles (El cráneo de Goya, Valdemar, 2004; también: Luisa Villar, La cabeza de Goya, Edebe, 2008).
Se unen así la desaparición del cráneo de Goya y su reaparición en el estudio de Fierros y se reconstruye el periplo de la calavera, a partir de dos hipótesis, que quedan pendientes de comprobación: ¿se profanó la tumba y fue robado el cráneo de Goya por supuestos y exaltados ladrones, frenólogos, coleccionistas o románticos?. ¿Fue, por el contrario, el propio Goya el que hizo donativo en vida de su cabeza, a través de su amigo el Dr. Jule Laffargue con destino a un estudio frenológico, que pudo llevarse a cabo inicialmente en el asilo de San Juan de Burdeos y después en la Facultad de Medicina de París?, y en todo caso ¿Cómo y por qué llegó el cráneo de Goya, precisamente a manos del pintor Fierros?
Nada se sabe a ciencia cierta y con la documentación en la mano, fuera de las especulaciones y fabulaciones tejidas en torno al cráneo de Goya por supuestos amigos del artista, el psiquiatra Bernard Antoniel, ciertos testimonios no documentados de testigos del entierro (Gustave Labat, una tal señora Brugada…), determinados biógrafos de Goya (Antonina Vallentin…), y un largo etcétera de personajes, cuyas noticias, vuelan por las redes sociales y los medios de difusión, (incluidos los embustes que vinculan extraños hallazgos del cráneo de Goya en el Museo Flauvert y de Historia de la Medicina de Rouen). La conclusión es que todo está pendiente de una comprobación rigurosa y clara, que deja, por el momento, la puerta abierta a la imaginación y a la literatura creativa.
Volvamos al óleo de Fierros
Se ha supuesto una solución al enigma a partir del óleo de Fierros. Fue el artista un destacado pintor de historia, paisajes y costumbres, retratista y gran copista de la obras del Museo Nacional del Prado. Nacido en la localidad asturiana de Ballota en1827, falleció en Madrid en 1894. Fue alumno de la Academia de BB. AA. de San Fernando y estudió en el taller de los Madrazo (José y Federico). Protegido por el Marqués de San Adrián viajó a Paris y a su vuelta se instaló en Santiago de Compostela. Su primera obra, se presentó, en 1858, en la Exposición Provincial de Santiago. Después participó en las Exposiciones Nacionales de Madrid entre 1860 a 1866, con medallas de 1ª, 2ª y 3ª clase, y también en las exposiciones de Londres, Bayona y París (1867) (Ossorio y Bernad, M., Galería biográfica de artista españoles del siglo XIX, Madrid, 1883-1884, pp. 244-246).
Extraña que en la detallada descripción de la obra de Fierros que hizo Ossorio en 1883-1884, no se mencione la obra con el supuesto cráneo de Goya, noticia que de haber sido conocida en su tiempo, no habría dejado de ser referida por los tratadistas. La chapa metálica que luce el cuadro en la actualidad, fue incorporada al mismo en el propio Museo de Zaragoza, tras su recepción en el año 1928, a partir de cuyo momento se asocia el cuadro (una Vanitas de la colección del Marqués de San Adrián) al nombre de Goya.
Siguen las dudas en torno a la identificación del óleo de Fierros
Así las cosas, lo único cierto, es la propia información epigráfica que suministra el dorso del cuadro y que está en el origen y formación de dicha creencia:
– 1. Una etiqueta en papel, autógrafa del Marqués del San Adrián (1ª mano).
– 2. El número 4 sobre el bastidor (2ª mano),
– 3. La inscripción que alude a Goya (cráneo de Goya pintado por Fierros) (3ª mano).
El último letrero es el más moderno. Éste, comparado con la letra del Marqués de San Adrián y con la firma del propio Fierros en el cuadro, resulta ser de una tercera mano, distinta y desconocida. De ser de la época del cuadro no estaría superpuesta a la numeración de serie del mismo, el número 4, sino que respetaría dicha indicación.
Todo hace pensar en un letrero añadido posteriormente, verosímilmente en época reciente y con ánimo de revalorizar el óleo, engañando. La obra fue presentada (tras su compra) con gran ceremonia en el Museo de Zaragoza por su donante, D. Hilarión Gimeno, notable personaje y benefactor del Museo de Zaragoza sobre el que volveremos en otra entrega.
Queda en la duda la intención del apócrifo letrero identificando el cráneo de Goya y sobre todo las ocultas intenciones de dicha acción, producida en un momento de revalorización importante de la figura de Goya.
El Museo de Zaragoza a lo largo de su historia, al igual que otros museos, fue receptor de obras que tras su estudio resultaron ser falsificaciones, o manipulaciones como podría ocurrir en el caso que nos ocupa.