Hace unas semanas anunciábamos que trataríamos con detalle la poco conocida faceta de Alejandro Cañada Valle (1908-1999) como restaurador de este centro. Alejandro Cañada estuvo vinculado de manera eventual al Museo de Zaragoza desde 1940 a 1945, justo antes de establecer su prestigioso estudio-academia. Durante esa etapa de colaboración tenemos documentado que intervino en varias pinturas, pues en aquellos años era habitual la figura del artista-restaurador y en las escuelas de Bellas Artes se impartían asignaturas que tenían que ver con el mundo de la restauración.
En las actas del Patronato del Museo de 13 de diciembre de 1942 se da cuenta de los “trabajos de limpieza y conservación de algunos cuadros hechos por el Sr. Cañada”, sin que se especifique cuales fueron las obras intervenidas. Más adelante, en la sesión de 31 de octubre de 1944, se informa de lo siguiente:
“En la labor de restauración que anualmente se realiza en las obras del Museo, para su mejor conservación, correspondió este año la limpieza de la gran tabla “Tentaciones de San Antón” que figura en la Sala de obras del siglo XVI, trabajo realizado por el artista D. Alejandro Cañada.” Se trata de una tabla al óleo (286×178 cm) pintada por Diego González de San Martín en 1556, procedente del convento de Santo Domingo de Zaragoza a donde fue a para desde el de San Antonio Abad.
Muy interesante es la referencia que se hace en la sesión del 10 de junio de 1945, última en la que se menciona a Alejandro Cañada, sobre los trabajos de restauración hechos a una obra recién adquirida por el museo al convento del Santo Sepulcro de Zaragoza por 2.500 pesetas, pues se transcribe el informe de la intervención, algo poco usual en aquellos momentos. La obra debía estar en un estado deplorable y se lamenta el director el museo, José Galiay, de no haber tenido los medios necesarios para fotografiarla antes de la restauración, de la cual informa al Patronato con la lectura del informe técnico
“La primera operación fué consolidarlo, y como está pintado en lienzo y éste clavado por el frente del bastidor con clavos gruesos no disimulados, continuandose la escena pintada por encima de los largeros del bastidor, hubo de respetarse esta singular manera, y para dar consistencia al lienzo se colocó un tablero de madera contachapada dentro del espacio del bastidor, pegándose a dicho tablero el lienzo, quedando una superficie continua y firme.
Al proceder a la limpieza se advirtió estaba pintado al temple, sobre una gruesa imprimación de yeso, y barnizado probablemente con aceite; juzgando de ello por el efecto nulo de algunos disolventes que no atacaron la suciedad. Esta circunstancia hace que la pintura tenga caracter de óleo no obstante estar pintado al temple, seguramente al huevo.
Se rellenaron de yeso las hoquedades de los rotos y quemaduras, cubriendolas de color, sin invadir nada de lo conservado; barnizando, finalmente, con almáciga; no habiéndose conseguido suprimir el brillo que proporciona por la influencia de barnices, aplicados anteriormente.
En la parte de fondo correspondiente al cielo, hubo un pergamino de forma circular, pintado con una representación del Espíritu Santo, probablemente, del cual no se conservaba mas que un pequeño fragmento arrollado y quebradizo. Se a creido oportuno suprimirlo puesto que era un aditamento que completaba la escena primitiva modificada al titularla “Angel Custodio”.
Por la acción del tiempo se deterioraron partes como la del fondo del trono de la Virgen, alterándose igualmente el traje del Niño por la calidad de la pintura y el manto de la Virgen; todo lo cual se ha respetado.”
Se trata de una importante tela pintada al temple (114,5×91 cm), seguramente un cuadro de devoción privada perteneciente a una monja de aquel convento, obra atribuida a Martín de Soria que la pudo ejecutar entre1460 y 1480. No obstante , esta pieza está siendo sometida en estos momentos a un nuevo análisis por parte del Área de Conservación-Restauración del museo, ya que presenta una singular problemática en cuanto a su técnica de ejecución.