En el viejo estanque
la rana se zambulle
y el ruido del agua
Haiku “de verano” de Matshuo Basho
Aunque el calor del verano se ha estado anunciando en las últimas semanas, no será hasta este sábado 21 cuando entraremos en la estación de las cerezas y de la búsqueda de la sombra más cercana. El Museo de Zaragoza, siguiendo su serie sobre las estaciones que descubrimos en nuestros fondos de arte japonés, os quiere acercar unas instantáneas veraniegas y diferentes, en las que los chiringuitos brillan por su ausencia.
Quizá una de las imágenes de nuestra colección que mejor pueden transmitir la idea japonesa del verano es esta estampa de Utagawa Hiroshige “Ushimachi, Takanawa”. Representa la zona de entrada al sur de Edo (Tokio). Con muy pocos elementos, Hiroshige nos sumerge en el verano japonés, pues ha dibujado un ténue arcoiris, quizás tras una tormenta. Dos perrillos aparecen tras un carromato, del que se han desenganchado los bueyes. Ushimachi significa literalmente “Calle o mercado de los bueyes”, pues esta área era conocida por ello. Alguien ha calmado su sed con unas tajadas de sandía y tirado los restos al camino. Otro viajero se ha deshecho de sus sandalias de cáñamo tras un largo viaje al llegar a la capital .
También dentro de la escuela Ukiyo-e el artista Ogata Gekko (1859-1920), que pese a desarrollar su carrera en un Japón ya modernizado y abierto a Occidente, transmite en sus obras cierta visión más tradicional y nostálgica del viejo Japón Edo. En su álbum ilustrado “Bellezas en sitios célebres” (Bijin Meisho Awase), presenta una serie de geishas que visitan rincones y monumentos tradicionales a lo largo del año. Aquí las vemos en una invernadero del barrio de Iriya, con plantas de ipomomea violacea (Gloria de la mañana o Don Diego de Día), una de las plantas que simbolizan el verano en la cultura tradicional japonesa, como el loto, la peonía o la paulonia.
En Japón, el verano está jalonado con distintas festividades, pero la que quizá tiene un carácter más “veraniego” es la de del Día del mar (Umi no hi), fiesta con carácter nacional y que se celebra cada tercer lunes de julio. Este año se celebrará el 21 de julio en todo el archipiélago nipón, matsuri o festivales con desfiles de carrozas y milenarios rituales sintoístas para los kami o deidades del mar, tan importante en la cultura japonesa.
Este verano seréis muchos los que os acercaréis a alguna playa, poza o piscina, quizás equipados de alguna nevera. Pues bien, los japoneses del Japón Edo más refinados llevaban sus alimentos en no bentô, un artilugio con bandejas apiladas para transportar comida y bebida de excursión. El Museo de Zaragoza conserva un no bentô decorado con motivos marinos con caracolas y conchas. Su anterior propietario, el estudioso y coleccionista Federico Torralba, identificó su función para excursiones al borde del mar. Las botellas metálicas servían para portar el sake que refrescaba la excursión y hacía la jornada inolvidable.
Finalmente, nos detenemos en este precioso inro que tiene la particularidad de que, aunque está decorado con escenas alusivas a la primavera, contiene un elemento veraniego. Estos inro o estuche contenían el sello para firmar de su propietario, o sus medicinas y se llevaba colgando del ancho cinturón japonés. Para sujetarlo se usaba una pieza de contrapeso o netsuke al final del cordón, que se decoraba con el mismo primor que el resto del inro. En este caso, el netsuke es de marfil y en su interior aparece la figura de una pareja sentada con ropa ligera, bajo la sombra de una planta enredadera y abanicándose. Yayoi Kawamura ve una alusión al verano consciente por parte del anónimo artesano.
Además, el Museo de Zaragoza acogerá del 1 al 4 de julio la Semana de Japón, organizada por la Asociación Cultural Aragón-Japón, con una serie de talleres ideales para empezar el verano, como el de Manga para niños o el de pintura japonesa sobre abanico
MdZ