Para extender la exposición sobre Augusto queremos ofrecer semanalmente una entrada relacionada con alguna pieza o cuestión que ilustre y profundice en aspectos de la cultura de la edad de oro de la civilización romana. Empezamos esta serie con el comentario a una taza cerámica de gran belleza que fue encontrada en la Colonia Celsa (Velilla de Ebro) en el siglo XIX y que nos introduce en el fenómeno estético más característico de la época augústea: el neoaticismo.
La producción artística de Atenas se concentró en los objetos agradables y de pequeñas dimensiones, con un género decorativo de muy alta calidad que originó una producción neoática, neoclásica y nostálgica en sus motivos. El neoaticismo manifestó sus preferencias por formas límpidas, claras y graciosas, su traslado a Roma, en palabras de Bianchi Bandinelli, se manifiesta en formas netas, repartidas en amplios espacios y sobre fondos neutros, poniendo énfasis en motivos clásicos, arcaicos e incluso egipcios. Las cerámicas de Arezzo son buen exponente del neoaticismo que tiene su momento culminante en la época de Augusto, como demuestra el espléndido modiolo en terra sigillata (cerámica fina con barniz rojo) del taller de Perennius Tigranus, que reproduce en cerámica las creaciones del arte de la platería o las gemas.
La decoración, hecha a molde, muestra una escena báquica: cuatro ménades danzan con sistros y ligeras túnicas al son de la doble flauta que toca un sileno sentado en medio de ellas. En la parte superior la decoración está enmarcada por una fila de ovas. Tiene una trabajada asa rematada por la cabeza de un carnero. Los nombres del productor y decorador se pueden leer en sendas cartelas: M. PEREN(i) y TIGRAN(us), es decir M. Perennius en asociación con Tigranus, uno de los artistas-artesanos más conocidos entre los productores de Arretium, la actual Arezzo (Italia). Las escenas decoradas en la sigillata itálica se caracterizan por su bello arte, entroncado en las formas finales del helenismo y por su carácter narrativo. Nuestra pieza se fecha entre los años 10 a. C. y 10 d. C y tiene una altura de15,5 cm.
La funcionalidad de este recipiente en los servicios de mesa es controvertida. Hay que descartar que fuera utilizada para beber por la forma del labio no adaptada a este uso. En una pintura mural de Pompeya (villa de Julia Felix) se representa el mismo tipo de perfil con una larga cucharilla colocada en el borde, por ello se puede deducir que este vaso se utilizó para contener salsas (garum), de donde serían extraídas por los comensales para consumirlas mezcladas con otros alimentos.
MdZ