La Institución “Fernando el Católico” acaba de sacar a la luz una interesantísima y documentada publicación sobre las puertas a través de las cuales la ciudad de Zaragoza se comunicaba con el resto del mundo.
El libro, titulado “Antiguas Puertas de Zaragoza”, es debido a la sabiduría de Raquel Cuartero Arina y de Chusé Bolea Robres, y trata a lo largo de sus 188 páginas, sobre las vicisitudes de puertas, portillos, postigos y trenques que horadaban los distintos cercos que encintaron nuestra ciudad hasta el siglo XX.
Uno de los muchos méritos de la publicación es la profusión de ilustraciones, algunas inéditas hasta ahora, bien traídas al hilo de cada capítulo para apoyar un texto que se lee con facilidad.
De todos esos accesos sólo queda en pie la Puerta del Carmen, salvada milagrosamente por ser icono de Los Sitios de Zaragoza. De las demás aberturas no queda casi nada más allá de algunas imágenes. Lo que de material se ha salvado se encuentra y se exhibe precisamente en el Museo de Zaragoza.
Si empezamos por la muralla de piedra de origen romano, hemos de ir a la salida oriental, llamada desde la Edad Media la “Puerta de Valencia” y en tiempos clásicos “Porta romana”, por ser la que se debía franquear para dirigirse hacia Roma. Fue derribada en 1867. Entre los escombros aparecieron dos inscripciones latinas (ambas conservadas en nuestro museo) una de las cuales está dedicada a la propia puerta por los trabajadores que la levantaron y que deseaban volver a sus hogares, y dice: PORTA ROMANA QUI FACIUNTE LARES RECEDANT. Allí también aparecieron dos grandes sillares con una inscripción monumental: (CA)ESAR DIVI y que está en relación con el culto al emperador.
La puerta norte de la ciudad romana era la que daba directamente al puente que cruzaba el río, actualmente el Puente de Piedra. Desde 1493 se la llamó Puerta del Ángel por la figura del Ángel Custodio que se colocó en ella, obra de Gil Morlanes el Viejo. Tradicionalmente se ha venido identificando con la escultura de alabastro que con esa misma iconografía se conserva en el museo, pero recientes estudios basados en criterios estilísticos la hacen más antigua y la atribuyen al escultor Pere Johan, por lo que no pudo ser la que estuvo colocada en la puerta.
Durante la Edad Media la ciudad de Zaragoza se extendió considerablemente superando con mucho la muralla de piedra romana. Para encintar los ensanches de la ciudad se construyó un nuevo muro de ladrillo y tapial, de menor altura y grosor que el de sillar. En esta nueva obra se planificaron aperturas principales y, con el paso del tiempo, se fueron abriendo algunas secundarias. Una de ellas fue la llamada del Sol que se encontraba en el Coso Bajo a la altura de plaza de la Tenerías. La construcción medieval fue remodelada en 1745 y se decoró con un relieve de un sol labrado en caliza de Calatorao, lo único que ha sobrevivido de ella. Tras la demolición de esta puerta en enero de 1869, el sol de piedra pasó al Museo de Zaragoza, donde hoy puede contemplarse en nuestro patio.
MdZ